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¿Navidad?

¿Navidad?

Con la llegada del mes de diciembre, las tiendas, calles y cualquier rincón del país empiezan a ser decoradas como en ninguna otra fecha del año. Millones de luces de colores, árboles con todo tipo de detalles y edificos con cierta magia navideña transforman el frío del último mes en reuniones familiares, fiestas, salidas nocturnas y restaurantes que a todas horas muestran el cartel de completo y tratan de recolocar a los últimos comensales. Y todo ello, sin saber en muchas ocasiones por qué lo hacemos, si realmente se tiene constancia de una fecha en la que supuestamente nació, hace más de dos milenios, el hijo pródigo de Dios, el llamado salvador del mundo. Ante este acontecimiento, en la mayoría de las familias de éste y otros muchos países se coloca el árbol de Navidad para el que se reúne toda la familia, el Santa Klaus colgado de los balcones que nunca deja de sonar y acaba incordiando al vecino de al lado y ese Belén de hace años cuyos personajes casi no se sostienen en pié.

Al preguntar en esta época a algunos de estos ensimismados ciudadanos que disfrutan la Navidad de una forma apasionada sobre el contenido de la fiesta, sobre algunas tradiciones hereditarias de nuestros ancestros, sobre el significado del verde y siempre bien cuidado árbol de Navidad, obtenemos un vacío sorprendente y se descubre el lado más materialista de la realidad de esta historia que lleva, en ocasiones, a hacer alguna reflexión de este tipo.

Por ello, y para evitar llenar estas páginas de un completo manual de reprimendas y descalificaciones hacia uno mismo sobre el escaso conocimiento de la fiesta navideña, proponemos descifrar algunos de los contenidos más desconocidos pero interesantes de estas dos semanas de vacaciones, regalos, dulces típicos de la fecha y alguna que otra gastroenteritis derivada del exceso propio de estos días.

Empezaremos por contar algo sobre el árbol de Navidad. La costumbre del árbol de Navidad surgió en la Alemania de la primera mitad del siglo VIII. Según un relato tradicional, estnado predicando el misionero británico San Bonifacio un día de Navidad en tierras de germanos infieles, seguidores de las creencias druísticas, intentó destruir el carácter sagrado del roble talando uno. El roble, al caer, derribó todos los arbustos que le rodeaban menos un pequeño abeto cuya supervivencia interpretó el llamado apóstol de los Alemanes como un milagro mensaje divino, bautizándole en aquel mismo momento árbol del Niño Jesús. El suceso caló entre los cristianos alemanes y desde entonces cundió la costumbre de adornar un abeto por Navidad Siglos después, Martín Lutero (1483-1546) instituyó la costumbre de adornarlo con velas encendidas.

Pero no sólo el desconocimiento general de la Navidad se extiende al significado del árbol sino que la costumbre quizás más determinante y más agradecida de toda la fiesta es una incógnita para buena parte de la sociedad actual. Era costumbre entre los romanos regalarse entre ellos con motivo de las fiestas de año nuevo tres higos secos guarnecidos de hojas de laurel y de ramitas de olivo así como unas pequeñas lámparas (de bronce, los pudientes; de barro, los más menesterosos) en las que se solía escribir alguna leyenda alegórica a los deseos venturosos para el año que se iniciaba. Al parecer, de esta costumbre proviene la nuestra de hacernos regalos en época navideña.

Y para terminar este refresco de aspectos navideños, no podemos olvidar la puesta en marcha de la tarjeta de felicitación de esta popular fiesta. Algunos autores consideran que la primera tarjeta de felicitación navideña o christmas de que se tiene constancia fue enviada a un amigo en 1884 por el inglés W.E. Dobson, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Londres, para agradecerle unos favores prestados. Aquella felicitación consistió en una carta en la que había dibujado un grupo de amigos brindando por uno ausente. Sin embargo, estudios recientes demuestran que esta costumbre ya estaba extendida mucho antes. Según estos estudios, la primera tarjeta de felicitación navideña destinada a la venta fue creada en el verano de 1843 por el artista londinense John Calcott Horsley que la confeccionó por encargo de Henry Cole, un innovador empresario que quería felicitar la Navidad a sus clientes de ese modo tan original.

Quizás las figuritas del Belén se sigan quedando en el mismo sitio que ocupaban antes de conocer estas curiosidades y seguramente, muchas se caerán a medida que avanzan los días, pero al menos ahora, podremos decir que hay una verdadera historia centenaria sobre esta fiesta del consumo para algunos, y de fuertes convicciones religiosas para otros.

 

1 comentario

Anton Fui -

Vaya fricada alfredete